Hasta que te adjetives, tengo derroche de alegorías
 
Hasta que te
adjetives, tengo derroche de alegorías en una
 rara agonía
de encanto/ Por sombrío y almidonado, los vencejos
 rotatorios
hicieron posible castañetear día y noche un alma de
 agua verde/ Los
granados y enfurruñadas temen sorprendente
el rumor de la arqueada línea de fuego en
densa y alambrada muerte/
El cálido
sendero reprobado por su vanidad muerde el fruto de los
 meteoros rocambolescos/
Con la escritura en lobregueces, encuentro
 en tu voz el
ocaso, de acero inexorable tan poderoso/ Desde las
 páginas
dejadas al olvido, la consciencia de tener algo vivo es la
posteridad del
prójimo y el cuerpo es un olvido rotatorio de oscilación
celeste artificial/
El tiempo se congela aquí hasta el mutismo
 paradisíaco como
la escabrosidad del rictus /y ese abanico de
 lamentos sin
ida ni regreso sobresaltado roba formas entre
 cielos diáfanos y sus contornos negros y alargados por el arranque
 mental de sombra lánguida/Los erosionados huertos sin
 mermas como
siete cabritos recordaban ansiosamente mis muecas
 abatidas
entre céfiros nocturnos/
Ivette Mendoza Fajardo
