La Noche Monigote
Sostenme en el brocal amoratado,
del consejo crenado, empobrecido;
alamedas envirotadas, anaqueles
contemplando mi vanagloria ilegible.
Imprevista lentitud—molestia monetaria,
enfrenta la joya lobulada del misterio.
Incontaminado manto, colisión estelar,
retuerce emancipada entre manos no más pesadas,
la vanidad de la foresta, mitosis sensuales,
espuelas, herreruelo de mente hambrienta,
proclaman ardor a los vientos clandestinos.
Bebe la igualdad de la noche,
en vaso de lamentos, monigotes
enemigos de la niebla.
¡Bebe otra vez, noche granulada,
hasta saciarte de frialdad eterna!
Vestidos dominicales del silencio,
brillan inmóviles hasta su existir lardoso,
bajo mueca lanzallamas que nunca cesa,
que nunca deja de quejarse.
¡Ay, grandeza que corroe el grotesco guardapelo!
Enajenado sol del grillete polinizado,
tu ego, tu voz, tiñe verde el rocío bifurcado,
soledades despiertas.
¡Ay de ti, arraigarte perenne en mundo implacable!
Ivette Mendoza Fajardo