El dios de la emoción, del arco y
toda flecha,
le dio al principio a su amada
reina
la ambrosía cicuta que al tomarla
bajaba
al averno reino de su mente
estrecha.
Mecía sus caderas cebras como hamaca
cuando se le aparecía Elías de
arquero
y apareció como incriminado hechicero
e hizo realidad de fuego su visión urraca
y la eternidad goteaba entre sus
piernas flacas;
esto ocurrió después de haberle dado
a Elías
una soberana cachetada en su mejilla.
una soberana cachetada en su mejilla.
Más aun en el estéril vientre de su
ojo rojo guardaba
el tesoro del enojo pero, nadie
lo sabía solo
que al cerrar sus piernas el averno más se
encendía.
Ivette Mendoza