En el tantrismo
la armadura yin yang vibra.
Las ideas escupen
los recovecos que rechinan
en el altar dónde el clímax
indaga, sin escapularios.
Musita la fiebre sus violetas
y entonada sucumbe al éxtasis
mientras la hembra hambrienta
escurre su sangre a través del
escalofrío sensual hasta estremecer
sus pies.
sus pies.
Ivette Mendoza