Salgo del capullo y mis brazos son
mis alas,
ante el viento alborotado que silba
en una caracola
del tiempo.
Huyo de ese túnel alimentado por la
ira como
una mariposa penitente detrás de la
luz amarillenta,
salto cuántico de toda partícula en su
brevedad
de participio.
El salitre de los mares se desmorona
en el suave
oráculo de la razón desconocida más en
la maduración
de cuerpos,
mi voz solo es un sueño que divaga
por los cielos
contemplando su breve aventura.
contemplando su breve aventura.
Andar por la misma vida, recorrer lo
ya recorrido,
después que el amor ya no es la copa
del placer,
sino las almas que dentro de ellas
mismas,
y dentro de sus propias libaciones se
han apiadado.
Ivette Mendoza