Cuando la zozobra es
Ciertamente
—cuando la zozobra
es el cierzo de la tarde sonámbula
que ayuda con asolar
el insomnio de la lealtad
enternecida,
cuando sólo queda la
humillación
de los espectros
que fulmina el vacío de la
caricia
perfumada
de un universo yermo
donde el cortejo arábico de
las aguas
es un funeral de bocas
desnudas
de lo efímero del instante,
único como el estado amargo
del olvido azul—
estará circunvalando en el
columpio de horas pecadoras
de una noche
en que parecen llover
santidades enloquecidas
en la otra faz de un mundo
que en dosis de melancolía
nunca lograron imaginar…
Ivette Mendoza Fajardo