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lunes, 13 de junio de 2022

Roja la ronca memoria que mi cuerpo absorbe

 

Roja la ronca memoria que mi cuerpo absorbe
en este brutal comienzo, definido con tenacidad
contenida de rabia, o peor aún perpleja
para siempre, me abarca el duro signo de la
soledad sobre el laberinto de mi propio universo y
el ligero tránsito de bendiciones desde cenizas estallantes
y desdichadas, más el calor amodorrado en los ojos
es su enferma risotada con sus invictos zumos secretos,
¡En el dolor veteado del mundo!
Todo se amontona en la nuca ofuscada del amor para evocar
su linaje, ella sintió extenderse y se abre al desamparo
con esa fisonomía cóncava del miedo donde
se quiebra el tiempo cauteloso en su fuego sosegado.
¡Hay una cumbre de llanto!
Y la agraviada gula se despierta asistida de furias,
centímetro a centímetro entre angustiadas promesas volátiles.
El juego de las tinieblas es un signo funeral que vuelve
a estornudar una y otra vez para tener suficiente
valor entre las manos.
¿Qué testamento inaugura la semejanza de un
conjuro redimido de muerte rutinaria?
La voz de la historia de neutra redondez lunática
con calmada singladura se escapó por las arterias
fibrosas del silencio.
Ivette Mendoza Fajardo