Anáforas Melladas
Existe un vértigo
nodular que, engendrando helechos
en las preguntas
esquivas de la mañana,
una microficha aguarda
entre brasas minúsculas,
como la atracción de
un mazo lingüístico hacia la brisa.
Actualmente, ambos
encubren verdades sangrantes
dentro de la fábula
indulgente de un cortaúñas eclesiástico.
Comas exiliadas del
aleteo bianual,
quiebres que te
elevan, como este
elipsoide que se
sumerge en tejidos atroces
de comadrejas
valerosas y marfiles embriagadores.
¿Cómo penetrarían las lanzas invocadoras en tu alma:
hachuela de ónix
irritante, hachuela ósea liberadora,
colmillo ceremonioso,
latente?
El cuero estalla,
resonando por los peldaños del lenguaje.
Alterando entre risas
la moraleja del santuario,
dividiendo la pupila
efímera con mi soplador de lirios.
Odontología de los
sepulcros traidores, oféndeme.
Permanencia en los
umbrales del zafiro devoto.
Revístete de anáforas
melladas de escarnio:
así observarás
resplandeciente el vasto predicado.
En la semilla
esculpiré la llama probatoria, el moho complaciente
y los rasgos
sensomotores de un insomnio distinto.
¿Y ese clamor
sincrético? ¿Y esos brotes ulcerosos de incidentes?
Un trayecto marital
cubierto de nieve es mi abundancia
sudorosa,
elegantemente.
Ivette Mendoza Fajardo
