De improviso me
atomizo, y colapsa conmigo la esfera encriptadacon micro entidades
infantiles,
de cráneos lacónicos
en el éter desolado;
son las cubiertas
tóxicas, en ruinas, hirsutas, y el escorpión de los yermos,
el candado porfiado
que mutila la esencia al nómada,
los roedores y
arácnidos huérfanos del ante cielo,
el arrabal
traicionero, belicoso y nihilista,
el felino escuálido
que se precipita desde la penumbra errática,
y el astro, escindido
de histeria, irrumpe en la noche, en lo abominable,
con el rostro velludo
de validaciones,
la grúa inepta del
tedio cotidiano,
en contienda con las
ilusiones,
en el confín enfermizo
y abstracto,
ese aroma profundo y
sintético del colosal geranio de piel iridiscente,
el acordeón mendigo de
los esquifes emergentes,
la logística del
anzuelo que uno desgarra autoflagelándose,
mi pequeña, una sombra
vagando en tranvías que jamás partieron,
en la coyuntura
delirante, sin sendero pionero,
donde surgen,
enfrentándose por almas impías,
una guitarra hosca por
continente y dos cementerios
por las chimeneas dramáticas,
y exacerban todos los
caminos.
Ivette Mendoza Fajardo
de cráneos lacónicos en el éter desolado;
son las cubiertas tóxicas, en ruinas, hirsutas, y el escorpión de los yermos,
el candado porfiado que mutila la esencia al nómada,
los roedores y arácnidos huérfanos del ante cielo,
el arrabal traicionero, belicoso y nihilista,
el felino escuálido que se precipita desde la penumbra errática,
y el astro, escindido de histeria, irrumpe en la noche, en lo abominable,
con el rostro velludo de validaciones,
la grúa inepta del tedio cotidiano,
en contienda con las ilusiones,
en el confín enfermizo y abstracto,
ese aroma profundo y sintético del colosal geranio de piel iridiscente,
el acordeón mendigo de los esquifes emergentes,
la logística del anzuelo que uno desgarra autoflagelándose,
mi pequeña, una sombra vagando en tranvías que jamás partieron,
en la coyuntura delirante, sin sendero pionero,
donde surgen, enfrentándose por almas impías,
una guitarra hosca por continente y dos cementerios
por las chimeneas dramáticas,
y exacerban todos los caminos.
Ivette Mendoza Fajardo