Candelabros de la Incógnita
Acolchonan candelabros en la última quebrada de la incógnita,
velada está
en su confidencialidad de tumba entrenadora,
existe un
destello surrealista en la malversación del quiróptero,
ensueño
mandarín que galopa entre colimbas de sabor irracional.
Chisporrotea
un brote inveterado en mi mandíbula juratoria,
todavía
refresca su figura leganosa; precipita aprestada a anidar
la sombra
en el aliento de la radiografía que no expiró.
Lo observé,
la rapaz ráfaga lesionando al astro con su candidez
y sus
ilusiones fracturadas, enroscadamente.
Carcajada
raposera más extinta que el deceso, más fantástica
que una
iglesia idiosincrática hilada por la igualdad de la lenteja
─responsabilidad
de todos─; letra grave en modus operandi le crecen
extremidades
sin vigor para capturar el despilfarro con beatitud,
con anhelos
de ser el infante belfo cenital, avispado.
Las flores
episcopales tienen pan amotinado, centrífugo y juguetón,
enojosamente
centra la palabra en el desván.
Ivette
Mendoza Fajardo