Dos manos deteniendo la calma
Allí dentro de una copa de vino hay
Una bahía de miradas rutilantes.
Y en la oquedad de tu rostro
Que siempre nos deja una tarde en abril, más
La lluvia oxidada tras la puerta
Donde suena el latido de la tierra, encuentro
Esqueletos que rasgan el hambre como la furia
De una estampida de gaviotas en un yermo cielo,
De una estampida de gaviotas en un yermo cielo,
Ellas revoloteando en mis entrañas voraces
De yerba silvestre.
De yerba silvestre.