Un ladrillo descalzo con ropa de
escombros
Un soneto que rumia perezosamente
Un amor que repercute en toda
estrella
Un cántaro de agua lleno de muchas
dudas
Una pancarta de soledades
florecientes
Una esfinge de piedra madura y con
certeza
Una tormenta de labios verdes e
insípidos
Un lamento hecho de hojas negras y
secas
Una lluvia de verdades con muerte
trágica
Una rosa blanca necia, triste y
quisquillosa
Y mi corazón de cristal y mi cuerpo
de metal
Amando el silencio de tus ojos en
donde dicha
Mirada se convierte en un gemido de carne
y hueso.
Ivette Mendoza