Tus ojos de follajes solían mirar
mis lunas
a la hora acertada
venían con la brisa y coqueteaban
con el viento
y su corazón como tormenta
destrababa historietas de otoño en
mis sienes
juntos en la lejanía y el destierro
aprendimos:
a esparcir listones en las sábanas,
a descender del agua hasta encontrar
nuestras pieles
marchitas por caricias y vacíos,
a jugar en el laberinto de nuestros
poros
y en el encogimiento de mundos
hambrientos,
a soplar plenilunios con carmesí de fogata de oro
Ivette Mendoza