De un encontronazo conciliatorio
De un encontronazo
conciliatorio para
terminar con
los caminos obstinados.
Desde el
último peldaño se
derriba el juramento
nuevo que oscila
en el nombre
de una llave fría y
que a la
palabra le da color de hormiga.
Lanzar al
viento contundente el círculo mágico
del agujero
negro al centro de su demasía.
La blanca ilusión
de los estantes transidos,
los años que
me hacen falta para volver a renacer,
el huidizo carbón
de una estatua fluida
sobre la
desnudez lunar del reconcomio.
Y por fin,
la noche
vuelve rigurosamente a su contorno
sin anunciarse
por ese furor esquivo
de aire
espeso.
Una casa de espuma
frente al día
donde es
sacro el rito de la vida
porque la orática
tierra crece y sigue
la ruta hacia
el peso denso de su fragua.
Ivette Mendoza Fajardo