Son lucernas
navegando sobre el mar de sudores arcaicos
su dios
oxidado causaba intensidad trasparente
y un hueso
abarrotado en la terraza de tus ojos verdes
como una mano reverenciando un carruaje de urracas abrumadas.
Una hoguera trepidante quemando en el muro de lamentos magros
y una celebración pagana sangrando tormentas por las noches
era la silfide de fuego que debía arrebatarle al desaliento de la
madera y la
distancia que se acomodaba en tu piel de reflejos
predestinados diciéndote:
Vislumbra para buscar dentro de la explosión galáctica
todos los
misterios que en menguante ya perturban.
Ejemplo y aviso
adquieren el desliz indiferente del mundo,
con la conciliación
de sus huellas digitales membranosas.
Ivette Mendoza Fajardo