La piedra fría se calienta en el grito de la furia
La piedra fría
se calienta en el grito de la furia que flota al azar;
el aroma
gatuno emana la refulgencia tempestuosa
que me angustia;
se bambolea la noche entre los
andamios que
han teñido al sol hasta oscurecerlo.
Empieza a derramarse
lentamente el elixir
candente del
iceberg derretido y ruedan ya
las lunas
ciegas despertando los augurios de la niebla.
El cenital embrollo sacude
relojes desertores y anhelos
que ofrecen
los sueños inacabados en una
copa del
martirio.
En su piel había
una costra briosa de sinceridad
que dejaba
absorta a la luz entumecida.
Moldeamos el
amor con las alegrías cálidas del verano,
con los
colores explosivos del otoño, con la nívea ternura de
la primavera
y con la melancolía gélida del invierno,
a veces con
la pertinaz tristeza del tiempo.
Ivette Mendoza Fajardo