El domingo por la mañana todo y cada uno del entorno fortuito
titiritaban de ansias, pero no
era la sonrisa del sol de oscuras
inocencias, ni la queja de aquel colocho en algarabía sinodal,
tampoco era lunes con
sarampión de arbustos bondadosos
cayéndose entre puntos suspensivos
¡Plaf!
¡Oh tesoro de disfunción
coqueta!
¿Era martes familiar y
taciturno? ¿Era el paisaje virtuoso?
Miércoles preguntándose en el
vector enhebrado
de sus reproches hacia al sabor luz indomable
de su triste opulencia. En
cierto grado, apenas
podía divagar. Guardaba su
respiración en una
caja de pandora con el filo
punzante de la vacilación.
Jueves zurcía el
desdoblamiento del adjetivado cuac cuac
sobre un meteoro masoquista
con zapatos voladores de
carne y hueso ¡Ay de él!
Cansado de lavar sus culpas
echaba espuma por la boca.
¡Nada podría detenerlo!
Ah viernes en sus
premoniciones de humo cada día
izaba la bandera del insomnio
para aplacar el
hambre de los dioses del
Olimpo.
Sábado preñado de caricias
agridulces y tormentas,
la natura lo arrojaba al
mundo para cultivar el pío pío de
mitologías olorosas, y aquí murmurando
yace oliendo a domingo,
sobre sus dos costados como en su última estancia fervorosa.
Ivette Mendoza Fajardo
titiritaban de ansias, pero no era la sonrisa del sol de oscuras
inocencias, ni la queja de aquel colocho en algarabía sinodal,
tampoco era lunes con sarampión de arbustos bondadosos
¡Oh tesoro de disfunción coqueta!
¿Era martes familiar y taciturno? ¿Era el paisaje virtuoso?
Miércoles preguntándose en el vector enhebrado
de sus reproches hacia al sabor luz indomable
de su triste opulencia. En cierto grado, apenas
podía divagar. Guardaba su respiración en una
caja de pandora con el filo punzante de la vacilación.
Jueves zurcía el desdoblamiento del adjetivado cuac cuac
carne y hueso ¡Ay de él! Cansado de lavar sus culpas
echaba espuma por la boca. ¡Nada podría detenerlo!
Ah viernes en sus premoniciones de humo cada día
izaba la bandera del insomnio para aplacar el
hambre de los dioses del Olimpo.
Sábado preñado de caricias agridulces y tormentas,
la natura lo arrojaba al mundo para cultivar el pío pío de
sobre sus dos costados como en su última estancia fervorosa.