La agorafobia del dolor y el destierro del alba
La agorafobia del dolor y el
destierro del alba
han sido fieles creyentes del
instinto oscuro,
tras la rubeola de sus labios
no hay hora que se
anestesien,
ni catarsis que los
santifiquen
ni compulsión rabiosa y
exagerada
que les reanime
a tomar algún esquema
corporal
donde en descuido sus
razones se queman
por resucitación cardio-crepuscular
a cara descubierta ante
fantasías diurnas,
no cambian sus pantuflas con
oclusiones coronarias
por la sangre profana de la
luna,
ni seducen los pellejos de
sus neuronas aprehensivas,
hoy asegurándose aplacar el tono
irreverente de sus miedos,
cicatriz cínica obnubilada
pierde su consejo práctico,
porque los pies se le
derrumban como astillas quemadas
y yace extenuada la obesidad
de sus mentiras,
su gemido lesionado es la
oftalmología de su movimiento
parabólico ¿La ruta incierta
de su sombra?
¡Se deja auscultar con la frente en alto!
Ivette Mendoza Fajardo