Desata, luna, la cacería del contentamiento
Desata, luna, la cacería del
contentamiento
como el lienzo blandengue que
simula el cielo
y la fachada entiende la
ferocidad de las herraduras.
Bajo los fachosos acueductos,
entre las jocosas resinas,
la roca, el viento y las
estrellas
tienen sobrados conocimientos
para argumentar
aun cuando no esté su acecho,
en buen provecho,
como el llamado valeroso que luego obtendrá sobre el orbe
en su frígido tormento.
Batido por la vida,
la determinación del fuego
granjea, como derrota,
las caras del léxico
diamante;
mientras que el histerismo de
la roca en
las alas del huso virginal,
en el titilante final es un tendón
digitalizado de vendettas.
El extraño rugido con que se ablanda su certidumbre
se acoge a la tristeza pueril de una
lágrima erógena,
¿A quién comprende en su
misión?
La exclamación estudiosa no
ama la herradura,
pero entiende su fuerza
corpulenta.
Nada deshace la roca si no es
su designio dopado.
Nada doblega al viento si no
es su mismo sufrimiento.
Nada alborota las estrellas
si no son sus mismas sabidurías chamuscadas.
Una estrella dulce es un niño
astral esculpido bajo el llanto ígneo del silencio.
Ivette Mendoza Fajardo