Rebotan mis palabras en nubes de colores capitalistas
Rebotan mis palabras en nubes
de colores capitalistas,
la sombra carnicera se
adelanta oscureciendo el recuerdo malavenido;
la ciudad homeostática
respira lágrimas frígidas y nadie viene en su auxilio.
Ser un látigo magnate a mi
antojo para domesticar la angustia samurái.
No hay soñador que sueñe las
venas asombradas de mi noche mesopotámica:
generosa, azul, obediente que
le roncaba al mundo fauno aturdido.
Apagado está tu reino
absorto, muerto el rubor del espíritu al estilo intruso:
y su boca que enamora rastreos
en alargados túneles de ideogramas
no consiente la inseguridad ni sufre la inmisericordia: y ahora está
en tus pesadillas y caigo sin
voluntad en tu deseo, puede llamarse
adulación pecaminosa ¿En un
entorno de puros impudores?
Burlescamente hiere un agua
cósmica la rosa espectral que oxida el mundo;
¡tan inquieta! Que podría
inquietar todo… entre la pasión y el fuego,
entre el cuerpo y el alma,
¿Será que como vida abrazan soledades?
Apaleada intrusión dióptrica,
hexasílaba de llovida voluntad de hemisferio dormido
pregunta a los que llegan:
¿Por qué la memoria adormece ante el misterio
adolescente? Más allá, más
allá, un subversivo clamor es una vanidosa pantera
en solfeo mayor entregada a
las obras de caridad a pesar de tenerlo todo y nada.
¡Ay! su corona punzante de hermanastros
polinizados en fulminante mono
trapichero de impulsos
valerosos barajeando alopatía y limadura, migajas y
barriletes ¡Ufff!.
Ivette Mendoza Fajardo