Tréboles de secuelas desterradas
reflorecí en tus errores, en
lo inmensurable.
Multiplicación de pesadumbres
se han disuelto los miedos
que no quisieron ser áloe y
mirra, claridad y ámbar,
ni claustro lleno de
discordias, ni ansiedad regurgitada
de muecas amontonándose por resonancias malabaristas,
como cascabeleos de mi azul.
Y no deseó de revueltas bramadoras
con el polvo, con la arena,
con el légamo, con la piedra,
con el agua
marchitando tu lengua
conquistadora
tragándose todos y cada uno
de los mares hasta el hartazgo,
pueden aguantar aunque ya no
aguanten más,
ruégale un rocío fructificado
desde mis
sienes rotas, como costumbres del
azar.
Aquellas cuentagotas
que se callaron sin piel al
catálogo
de mi ayer
mas dejaron un bucanero
suspiro asonantado
en contabilidad de bisontes y
gorriones,
gorriones de corazonadas
aletargadas y aletargadas caricias abisales
sin lágrimas ni risas en el
silbo embrionario de mi universo bonachón.
Ivette Mendoza Fajardo
reflorecí en tus errores, en lo inmensurable.
Multiplicación de pesadumbres se han disuelto los miedos
que no quisieron ser áloe y mirra, claridad y ámbar,
ni claustro lleno de discordias, ni ansiedad regurgitada
de muecas amontonándose por resonancias malabaristas,
como cascabeleos de mi azul.
Y no deseó de revueltas bramadoras
con el polvo, con la arena, con el légamo, con la piedra,
con el agua
marchitando tu lengua conquistadora
tragándose todos y cada uno de los mares hasta el hartazgo,
pueden aguantar aunque ya no aguanten más,
ruégale un rocío fructificado desde mis
sienes rotas, como costumbres del azar.
Aquellas cuentagotas
que se callaron sin piel al catálogo
de mi ayer
mas dejaron un bucanero suspiro asonantado
en contabilidad de bisontes y gorriones,
gorriones de corazonadas aletargadas y aletargadas caricias abisales
sin lágrimas ni risas en el silbo embrionario de mi universo bonachón.