Resuena la penumbra diabética
Resuena la penumbra diabética
sobre el fracaso del averno.
A la luna embarazada le duele
la pasión engarbada de bronquitis
debajo de un mar impermeable
y una tierra sentimental de arañas.
La máquina fetal exploraba la
blasfemia de los sones demudados.
De igual modo lucen los
muertos joviales y la espalda
geográfica para que siempre suden, para que no expíen
sobre el verdugo asfixiado de
rumores oscuros.
Las enfermedades alabando al
vendedor de flores temibles
con voluntad de mosca sublevada.
Así el candado tiñoso ostenta
la tristeza como medalla
dispersa por error entre los
rombos siniestros
y transfiguraba su pulmón
como trofeo a la estrella innominada.
En esa inédita esfera
levantaré otro vuelo
con el estambre yermo de la
metamorfosis.
Solamente transitaba, por la
astilla del mundo emocionante,
de esa tos urbana poseída en
la musculatura del mármol,
donde quedó como achaques
azotados de cemento.
La voluntad ciénaga abarca el
hábito mellado y artificioso
que relegaron las sílfides al
ascender a la melancolía del sexo.
He disipado las contraseñas
posteriores de esta ceremonia
que no retorna, ni debe
retornar a su punto inicial.
Antes que esa carretera sea
mordida por el céfiro,
fueron nucas solteronas
apolillando las ventanas
con mi leucocitos más
sonoros, incomprensibles,
en la cosecha del rojo y
sepulcral hartazgo.
Ivette Mendoza Fajardo