La noche zurce un graznido en
el temblor de la herida.
Mortaja de la soledad
violenta de garrapatas en cautiverios.
Panal sin contraseña escarba
la ficción horrífica del hueso
Almácigos de ojos incestuosos
destierran el verbo enloquecido
que se introdujeron a la murmuración
de la cercanía,
con calles automáticas de
amor y balbuceos cibernéticos,
de las premuras persuadidas
tras las bartolinas devorantes.
Tiempo acurrucado en el
principio de apenas una hora.
Zaguanes desesperados de
júbilo venenoso rosado inalterado.
Ivette Mendoza Fajardo