Porque hay siluetas decidoras y pasmosas
Porque hay siluetas decidoras
y pasmosas
de pasar esa fuga animosa por aquí
bostezando penachos melenudos
con embrujos.
Mis ademanes fermentativos se
alegran
y siembran placeres
meticulosos.
No puedo ser viento en pieles
de latidos veloces.
La pregunta no es para
acertijos de salitres.
¡Recojo mi fe metropolitana
en la cubeta de la ignorancia!
Leo pájaros invisibles en sus
fragancias de asfalto.
La congoja dadaísta rebalsa
en la anarquía de la nada
y funde mi terquedad en la
masificación del hueso dirigible,
la
persigo,
la castigo
y al final la acaricio con
piedad morbosa.
Se estruja, se avasalla cada
día
hasta hacer de ella un fonema
deficitario.
Se puede quemar su espíritu
en retrato
y exponer su quemadura viva y
recalcitrante
para el bien de todos los
pixeles trotamundos.
Hablan desde aquí, deforman por allá
nos dan maromas de verdes
cenicientas
eso sí su látigo fecundable
azora
en un punto febrífugo…
Ivette Mendoza