He podido detener un vez más
al cielo por la manga
del relámpago con un arrebato
puntualizado,
machaco la melodía de su
esternón lunado.
Me aferro a la destreza
perceptible del rocío
y trato de abrir la puerta
hirsuta del extravío de
de la humanidad llorosa de
tormentos
que repica intangible, cuadrúpeda
y crispada muchas veces.
No acepto a ser la duda
de un cataclismo glotón de
fuego,
pero acepto recoger mis
fragmentos
de palabras índigos resucitadas
en el ombligo premonitorio de
la historia
inexpugnable que cultiva
enigmas en mi piel.
Ivette Mendoza
del relámpago con un arrebato puntualizado,
machaco la melodía de su esternón lunado.
Me aferro a la destreza perceptible del rocío
y trato de abrir la puerta hirsuta del extravío de
de la humanidad llorosa de tormentos
que repica intangible, cuadrúpeda
y crispada muchas veces.
No acepto a ser la duda
de un cataclismo glotón de fuego,
pero acepto recoger mis fragmentos
de palabras índigos resucitadas
en el ombligo premonitorio de la historia
inexpugnable que cultiva enigmas en mi piel.