Se trastocan los días, los años parvularios
Se trastocan los días,
los años parvularios
la democratización del espíritu en presencia de los labios
nos traga por osmosis sus bastillas y presentimos
hacia el abismo
extrasensorial.
Pasa la noción de nube
primordial...besa y calla
y vuelve a reconectarse.
Un eco de lujuria moribunda serpentea
la penumbra.
Es la presión de la
fuerza agraz: me digo.
La mudanza de la flor
nos adelanta
no desea vestir mis presentimientos en surcos de monotonía,
pero adula la tierna adoración de su balandra,
los despechos,
la medida del alma del tiempo
solitario y el latir de esos trayectos
mucho antes que pesquen
mis discursos pletóricos amorriñados.
La fúnebre reacción del
siglo veinte de calibre desigual
pavoneándose en el
aire de dureza de soneto.
Las cenizas del verbo
se agitan.
Aspira octavilla
resucitar sus ojos de antemano.
Aspira
que sólo la
consciencia se santifique de necedades
y nos predique el ¡tilín,
tilín!; ¡tintín, tintín!i del velamen,
que más dice que el
empeño
sobre la flojedad de
los viejos números
que la potencia desleída,
que la potencia desleída...
Ivette Mendoza Fajardo