Música del viento verde depresivo, entre la razón y la
duda
está y en cada repertorio alocado de los amaneceres alcohólicos.
Una chancleta resbaladiza viaja en el vaivén del péndulo orático
que flagela al tiempo, en la tridimensional apuesta de esta tarde.
Y tu llanto es somnífero dentro de mis símbolos
religiosos
que tuercen fechorías translucidas en mi lengua arrodillada.
Las manos se suicidan raspando un viejo cuento en un vértigo
ambarino o se disparan con el calor de mi nostalgia cultivada.
Vienen las estrellas hacia mí a confesarme ese amor incondicional
que sienten y en cualquier anotación me arrancan una costilla.
Y me oculto en mi alegría profunda, en mis delirios alegóricos,
masticando sus sones con una
cruel introspección.
Moldeo de nuevo tu tristeza que se amalgama a mi piojosamente, a veces
se vuelve cada vez más alucinógena y se hace un huesudo corazón
en nuestras narices..
Aparecen las estrellas cluecas en el corral de la burocracia
convirtiéndose en un polvo fugaz, y un amor inmenso las embarga.
Lunas equilibristas en el aire ven la marca de la bestia apocalíptica
y su extraño rugido donde las brújulas sagradas son tan pecadoras.
Ivette Mendoza Fajardo