Zeus se designa en sus armaduras de cidras
hacia al infinito divagar de álgidas almas,
recluidas se colocan a tener cuerpos rutilantes
a tiritar dentro de las ruinas de las campanas.
Un efluvio las anega entre el esternón y el espíritu,
le imploran al pectoral de la engreída brizna
a que se derribe como tinieblas o como escarabajos.
Caza de inmediato una luna de canto creciente,
la decreta de herméticos susurros,
le felicita toda de sagacidades,
le chifla, la idolatra, la indaga.
La envuelve ahora de conjunciones
de agraciados panoramas y de arpas.
Despertará de sus armaduras de cidras
acicalando los océanos con sus enigmas.
Suaviza la tierra que ha sido de fuego
a la orilla rememorativa de su soledad.
Ivette Mendoza Fajardo
hacia al infinito divagar de álgidas almas,
recluidas se colocan a tener cuerpos rutilantes
a tiritar dentro de las ruinas de las campanas.
Un efluvio las anega entre el esternón y el espíritu,
le imploran al pectoral de la engreída brizna
a que se derribe como tinieblas o como escarabajos.
Caza de inmediato una luna de canto creciente,
la decreta de herméticos susurros,
le felicita toda de sagacidades,
le chifla, la idolatra, la indaga.
La envuelve ahora de conjunciones
de agraciados panoramas y de arpas.
Despertará de sus armaduras de cidras
acicalando los océanos con sus enigmas.
Suaviza la tierra que ha sido de fuego
a la orilla rememorativa de su soledad.
Ivette Mendoza Fajardo