Me arrulla la nostalgia consoladora,
me resguarda al sollozar
se eternizan tus besos de arrope ,
es un cappuccino el olor de la angustia
el día se parece mucho a ti, provocador,
aunque nunca fuiste amoroso,
ahora estos caminos recorridos te
convocan ineludible,
me transforma la noche en un silencio sepulcral,
me acongoja una espina en el alma
me matan tus gélidos adioses
como lastiman cuando viajan por el aire
como rabian en el corazón,
ahora no existen más que en el recuerdo;
recuerdo cuando nuestras miradas se juntaban
hoy me enoja, permanecen en las cárceles
de la vida,
tu voz perdida, por esas calles sembradas de dolor,
se torna adolorida la paciencia,
se torna adolorido el amor,
su fuego se dobla en las esquinas,
ese fuego permanece invisible,
el tiempo por la errante vestidura
dejó de florecer etimológicamente,
la mañana de menta remojada nos atrapó en su torvo ocaso.
Ivette Mendoza Fajardo
me resguarda al sollozar
se eternizan tus besos de arrope ,
es un cappuccino el olor de la angustia
el día se parece mucho a ti, provocador,
aunque nunca fuiste amoroso,
ahora estos caminos recorridos te
convocan ineludible,
me transforma la noche en un silencio sepulcral,
me acongoja una espina en el alma
me matan tus gélidos adioses
como lastiman cuando viajan por el aire
como rabian en el corazón,
ahora no existen más que en el recuerdo;
recuerdo cuando nuestras miradas se juntaban
hoy me enoja, permanecen en las cárceles
de la vida,
tu voz perdida, por esas calles sembradas de dolor,
se torna adolorida la paciencia,
se torna adolorido el amor,
su fuego se dobla en las esquinas,
ese fuego permanece invisible,
el tiempo por la errante vestidura
dejó de florecer etimológicamente,
la mañana de menta remojada nos atrapó en su torvo ocaso.
Ivette Mendoza Fajardo