Una pausa para poder plantar una canción lunar
Una pausa para poder plantar una canción lunar
sobre la gloriosa directriz de mi fragante sepultura,
una estirpe de estrellas ansiadas de soles visionarios.
Un cangrejo lúcido en la mansión de la inmortalidad,
un hechizo casto y recurrente por entre mis decires.
Entiendo que fui consciente con la glutinosa inmensidad,
consecuente con el silencio noctívago en los olivos
incondicional en la crítica de nadie por los oráculos
rememorativos, entonces, mi sombra helada devuelta al infinito,
como un abertura celestial por donde se concentra el mundo.
Partir, entonces, en los estambres desolados de tus ojos hondos,
y repiten este adiós vacante como si fuese el último.
Ivette Mendoza Fajardo