No eres más que la perplejidad de cardos
No eres más que la perplejidad de cardos simbióticos
de un mayúsculo crepúsculo flotante y enviudado
donde deslía la apatía un miedo herrumbroso.
¡Oh mundo desleal que lleva ciega su aventura!
Sucumbe el misterio en el arcén de la indómita elegía,
en las comas saladas del encuentro de un sol agónico,
para saciar un placebo alojado en mi pecho que puede
apenas desovar oscuridad en grumos de esa seda fragosa,
regordeta y a su vez mal alimentada de aprobaciones y rechazos.
Yaciente y ansiosa del trueque dactilar, la carne empaña a la
sombra en el ensueño, difumina la canícula del derrumbe
equinoccial y da vuelta, gira,gira, gira rogando tocar los
pechos de la tierra impregnada por tu llanto desmesurado.
Ivette Mendoza Fajardo