Al comal y al pinolillo,
tejedores del júbilo en el cenit de la
marimba,
concebidos al tacto de lo nica,
jeva del crepúsculo en llamarada,
encantadora de tu mirada más tuani,
¡tremenda, tremendísima!
Patebreque peregrino de trancas mudas,
noble canillera de mi ser entotorotado,
ritmo chiflado de alas chambonas,
repentino cacho quemado en el confín.
A todo mamón, sutil habitante de mis días,
te convoco con el descalabro de los justos,
del mandado ilícito,
para comunicarte la fatal vista hacia el
icaco
de ser besuqueada en el aposento cordial
que ha sido tu santuario en mi atarantado
corazón,
y que tus ojos han rechimado de sueños.
A mucha honra, te concedo hasta
mi último aliento de extremo a extremo
—que quede claro—
para acatar esta sentencia chocha,
de poder a poder, arrasaré mi pecho de
charrangachanga,
sin miramientos sabijondos, ¡cada loro en
su
guanacaste!
Ivette Mendoza Fajardo
Con jerga nicaragüense