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sábado, 15 de junio de 2024

Clausuradas las justificaciones

 

Clausuradas las justificaciones, pues, los ojos alientan
sobre el esmeralda ahuecada increpadamente
de la tierra -lámina lamida, motivación virginal
que despliega sanatorio sabueso de tardanza gentil
substrayendo su angustioso cojín contra tus sienes-,
el elixir prodigioso que brotaran toga ritual anuentemente,
también del edén te ha extrañado la parálisis del sueño.
¡Ah, calamitosa profecía de soledad atrincherada!
¿Dónde fueron, entonces, tus pies de plata, los escoplos,
las lágrimas penalistas de tus amores pigmentados?
Fríos están los cielos de Paracelso cuando las almas sensibles,
descalzas, van marcando parches en plenilunio repetidamente.
¡Oh, qué maldición oculta tras cada astro en fuga!
Calor térmico paranieves en sus dedos majaderos
cuando azotan el trecho de la madre-muerte.
Calor equidistante cuando osan divulgar que tu nadir
es un nadir más, es otro vacío lesionado de astral osadía.
Las bocas de los truenos homeotérmicos que ahora destilan
el rojo benevolente de la sangre esmaltina y un dardo de rencor
reservaron para ti con profundo encelamiento afortunado
en una situación que nunca saludarás de nuevo un paraíso
con psiquis moteada de recapitular agreste.
¿Qué destino prorroga en el quicio de tal tenebrosidad?
 
Locked away justifications
 
Locked away justifications, then, the eyes encourage
over the deeply hollowed emerald
of the earth-licked sheet, virginal motivation
that unfolds a watchdog sanatorium of gentle delay
subtracting its anguished cushion against your temples-,
the prodigious elixir that sprang forth ritual toga solemnly,
also, Eden has missed the paralysis of sleep.
Ah, the calamitous prophecy of entrenched solitude!
Where then went your silver feet, the chisels,
the legal tears of your colored loves?
Cold are the skies of Paracelsus when sensitive souls,
barefoot, repeatedly mark patches under a full moon.
Oh, what curse hides behind each fleeing star!
Thermal warmth like snow on their coarse fingers
when they lash the stretch of mother's death.
Equidistant warmth when they dare to reveal that your nadir
is just another nadir, another void injured by astral audacity.
The mouths of the homeothermic thunders that now distill
the benevolent red of enamel blood and a dart of resentment
reserved for you with profound, fortunate jealousy
in a situation where you will never again greet a paradise
with a psyche mottled from rough recapitulation.
What fate prolongs in the hinge of such darkness?
Ivette Mendoza Fajardo