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domingo, 16 de junio de 2024

Desde el confín y a contratiempo inerte de la razón

 

Desde el confín y a contratiempo inerte de la razón, surge
una voz esquiva con cara y cruz que repica
desde una gruta oscura, braceando en el aire, como Dios manda,
posándose en la melancolía como un soplo divino de presagios,
hendiendo la penumbra que se encoge de los hombros por lo gris
de los atardeceres.
Muestra los dientes en un torbellino de aves donde
se encuentra la melodía entrando en la materia casual de la astucia;
el vértigo indómito de mi garganta escupe al cielo, y Sócrates
divaga, conjetura, encumbra, enaltece
la arquitectura del baladro, la precisión del alma débil
del sonido insaciable.
En la distancia, Platón, en la cuadratura del círculo, asciende y
asciende por el alba a la hoguera de los atlantes,
vigorizando el cauce de la madre del cordero,
como si un tsunami apocalíptico
recorriera la manzana de la discordia de la memoria,
desenrollando el velo del tabú secular de la historia.
Aquí está la alienación astrolábica de la tristeza,
midiendo la perpendicular de la noche, su medida indescifrable,
y en la otra cara de la moneda sus destinos ocultos, mientras
la duda despilfarra sus pretextos.
¿No es acaso Anaxímenes de Mileto quien cruza el borde
del infinito,
sino una dulce idea que la parálisis del sueño no captó,
varada en la panacea del mundo que, pese a todo, sigue
perdiéndose en el vacío,
mientras su plataforma etérea se atrinchera entre las piedras
de la muerte y su substancia emocional?
 
 
From the edge and inert counter time of reason
 
From the edge and inert counter time of reason emerges
a fickle voice with heads and tails that rings out
from a dark cave, thrashing in the air, as God commands,
settling into melancholy like a divine breath of omens,
cleaving the twilight that shrugs off the gray
of the sunsets.
It bares its teeth in a whirlwind of birds where
the melody is found entering the casual matter of cunning;
the untamed vertigo of my throat spits at the sky and Socrates
wanders, conjectures, rises, exalts
the architecture of the outcry, the precision of the weak soul
of the insatiable sound.
In the distance, Plato, in the squaring of the circle, ascends and
ascends through the dawn to the pyre of the Atlanteans,
invigorating the flow of the mother of the lamb,
as if an apocalyptic tsunami
traversed the apple of discord in memory,
unrolling the veil of the secular taboo of history.
Here is the astrolabe alienation of sadness,
measuring the perpendicular of the night, its indecipherable measure,
and on the other side of the coin, its hidden fates, while
doubt squanders its pretexts.
Is it not Anaximenes of Miletus who crosses the edge
of the infinite,
but a sweet idea that the paralysis of sleep did not capture,
stranded on the panacea of the world that, despite everything, continues
to get lost in the void,
while its ethereal platform entrenches itself among the stones
of death and its emotional substance?
Ivette Mendoza Fajardo