De un jicarazo se despabiló
De un jicarazo se despabiló
la otra mitad de nuestra existencia
en el ocaso carepalo vespertino,
sin transmutaciones enclenques de ron en
pío quinto
ni milagros de perrerreques ni atolillos en
la penumbra.
Desde la lejanía oímos a las guardatinajas
del reproche,
y la carajada se nos reveló en susurros
pinoleros,
así que le dimos la vuelta a la tortilla
y elegimos amarnos como dos tortolitos,
erigiendo una Asososca de deseos
en el epicentro del Momotombo, nuestra
alcoba.
Dando un quiebro antes del alba,
andábamos a rienda suelta,
jugábamos a la rayuela sumisa infinita,
ofreciendo tamales malhechos como espíritu
de contradicción,
mientras contemplábamos la ciudad desde el
mirador
de Catarina.
Resolvimos enterrar aquellos amarres de
caras asustadas
y brindar con una Toña por nuestro efímero
noviazgo.
Ivette Mendoza Fajardo
Con jerga nicaragüense