A través del turgente candil
que al apagarse deja imágenes raras
y entre los pasillos y la
sombra envejecida
friolentas aventuras de una enigmática
alma.
Una mujer con vestido flamante
blanco
hace sonar sus huesos de yesos,
dramática virola de obcecado
epítome.
Extraños gestos, se puede
decir, nada veo,
se pierde dentro de sí misma,
se enciende y se apaga el candil de nuevo
se enciende y se apaga el candil de nuevo
es su cordón umbilical que
va arrastrando,
se quiere unir al misterio de
la vida con
su blanda huella de acero.
Caes en las garras del gato
con su bigote
traicionero, caes en la
sacudida del grito
y yo te busco con las
extremidades congeladas
de miedo.
Ivette Mendoza