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miércoles, 23 de octubre de 2024

Melodías de Albaricoque y Acero

 Albaricoques defensivos, emergidos de mi diligente charca emotiva digital,
con sus dientes de leche, atrapados en la enredadera azucarada de mi sangre,
devoran con fervor la magnífica oscuridad.
Mientras cada atardecer enajenado se eleva para descifrar
un renacimiento extraviado, todo sucede cerca de mis soledades.
Hoy, olfatean tus temores más primitivos, cuando en mi interior,
excavan en las profundidades mentales un romance cuajado en hielo;
lisonjero, así desnudo, también allí se derrite el acero de tu amor.
Arañan los suaves contornos de tus desvelos fallidos, y en la galería
de tus pupilas se resguardan tus más ostentosas pulsiones ocultas.
Sin comprender, tras los calabozos de tu yo pasado,
observan asombrados las gorras de la emoción en el tejido de tu ser,
que, henchido de existencia, sangra rutinas y recuerdos.
Albaricoques anidan en las blandas ranuras de las campanas,
que engullen esos frutos sumidos en sus melodías ding dong;
y en tu memoria montañera, otras lunas, con bocas de pellizcos, no toleran tanta
constante clarividencia. ¡Ay, albaricoques! Así son los sueños en la diablura copetuda
de tus tallos demenciales: criaturas taciturnas con sonrisas de cataratas en
el feroz infierno de esta selva cotidiana, nuestra amnesia, que al crepúsculo
encariñado se aferra a la ciencia recurrente, alimentando el amor titánico
de nuestras conciencias.
Ivette Mendoza Fajardo