Labios de Dátiles Flamígeros
Sus labios, dátiles flamígeros, descansan indefensos
sobre la melanina de los mares.
El azar se desliza en el camaleón de su espalda,
un resquicio del amanecer ignora la próxima estación.
Los nubarrones, de modalidad mitómana tras el vidrio,
se espesan firmemente, mientras sus dedos no logran contener
el temblor de la osamenta de esas carnosidades mágicas,
deleitables como nogales tiernos. Bajo sus pies, palpita el
asfalto
y su mirada, lípido energético, se vuelve huidiza,
deslizante
al encontrarse.
Dos rojas figuras, fugadas de la cordura atrayente, labios
que unen sombras en el deletreo de un rojo lírico,
con la impronta de un piscis joven,
hasta que el beso nos alcanza: labios de fuego invernal,
de corteza ámbar, de cuarzo húmedo, donde la nada
destila el perdón enrojecido en venas abiertas.
Besos labiales en sueños de tiempos desplumados
se reclinan en el zigzag de la ausencia, como
bordes de fortuna escarlata.
El otoño también tiene surcos púrpuras que decoran,
con sus infinitos tonos, los contornos de armonías
bifurcadas.
Ivette Mendoza Fajardo