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viernes, 4 de octubre de 2024

El Beso Frío de Occidente

 Destellos de nostalgia decepcionados y destituidos por
la gema de la adolescencia
sobre sus malgastadas vidas; un verde reloj fantasmagórico,
copado de ruinas, en la escritura de sílabas sombrías.
En su texto desolado, las penas sienten el milímetro
acuoso del nitrógeno ausente, soltando la huella cansada
en el recreo de la mente. Afrodita, con sus manos turbadoras y tristes,
toca la sombra débil que nunca envejece en el cuartel
de la memoria, recordando los amores perdidos.
¡El beso frío de occidente acaricia los trenes
de un alma viva que, de cabeza, se hunde en los mares hospitalarios,
llevando como equipaje las noches dentro del agua adormecida!
Las briznas del vecino, cargadas de una sangre espesa con consignas,
son las mezclas estranguladas de la angustia impasible
y problemas maritales que ya no se resuelven.
Hace un frío imberbe que duele y pisa mis talones claroscuros,
de frondosidad marañosa, en las penumbras fecundas de pretextos.
¡Oh, rayo capitalista, que pesa sobre los sueños estrafalarios con desidia,
con catecismo amargo, asfixiando el aliento rescatador de ninfas!
El olvido dulce y amargo pone sus sabores en la muerte de balcones solitarios,
ante la igualdad bohemia de crímenes divinos, asustado en la
rockola de cabellos violentos por su amor regurgitado razonado de miseria.
Piel de rama, bajo la mentira de la niebla, conquista voces que gritan
en la cabaña del tiempo, y pasa a ser gobernada por la antorcha del abismo victorioso.
¿Quién ha renovado el grito desplumado de aparatos mentales
que, ya aburridos, no van a ninguna parte?
Ivette Mendoza Fajardo