Puedo transformarme en cielos copiosos de lluvias
multicolores,
en el violín de la corazonada de la melodía detallista que
eterniza tu talento,
en tu pluma de placeres con aromas pensativos, en tu lealtad
eterna,
para escribir el convenio mono cultivado del amor antes de
que amanezca.
Yo, el alfiler liberador que, como bálsamo místico, pincha
tu dolor y lo sana,
recorriendo y suavizando sus contornos más agudos,
o la aldaba precisa, casi matemática, que revela un nirvana
terrenal palpable
en los hilos comunicativos del presentimiento.
Puedo transformarme como el can que, con cada lamido,
disuelve las cicatrices
dejadas por las garras de injusticias pasadas,
o mejor aún, en borrador digital de Photoshop para crearte
un mundo neoliberal,
que borre nuestras quejas, que limpie nuestro paladar para
saborear
días de quimeras emancipadoras de vergeles cibernéticos;
mientras recolectamos nuestras memorias impolutas como datos
preciosos,
almacenándolas cuidadosamente en el RAM de mi ordenador,
que nos acoja en el monitor de fantasías y nos permita vivir
solo
en tu abrazo pixelado y fulguroso.
¡Puedo sentir cómo en ese último refugio, me transformo
para purificar las aguas inquietas de tu nombre!
Ivette Mendoza Fajardo