A manos frías
“A manos frías” es más luminosa ante un
altar,
honor blanco en su desesperar, blanco tacto
y
satisfactorio en todo al adivinar cuchara
matabuey
¡Oh matabuey que con dos manos se hace el
rey!
con que se subleva el agua “a manos frías”:
en las heladas cuando inicia el día a
confiar,
¡cómo se aflige en su aduladora prisa!
marea alta, manos profundas al pensar.
Y dolor viejo que pesa de confín a confín
de espacio,
a espacio qué despacio va, la lumbre, la
lumbre miente,
no es fiel ya de alumbre, manos frías,
manos
ya piel en piel, ya uniforme, ya
inconforme en todo a la fama del verbo que
es tu yo,
un verbo que de costumbre hace retozar el
corazón.
¡Cómo se va al mismo rincón, manos frías no
es la solución! Prudencia toca y es
candil de pocos aquellos que firmes creen,
con precaución. “A manos frías, corazón
caliente,”
pocos cartuchos quedan, heridas sangran
sin emoción. Heridas sangran por el rebuzno
de un hueso remolón, crecen más dolores,
crecen los quehaceres, manos frías ya no
estremecen.
Sino invocan un olvido tibio, un descanso
en el frío,
mientras el crujir de la escarcha bajo pies
descalzos
contrasta con el calor fugaz de un aliento
en el aire helado.
“A manos frías, solo corazón caliente” corazón
alado,
candil de pocos, luz que oscila entre la fe
y la duda,
iluminando caminos tristes, y esperanzas aun
naciendo.
Ivette Mendoza Fajardo
Ivette Urroz