Eras un refugio cálido para cualquier corazón incipiente
Eras un refugio cálido para cualquier
corazón incipiente,
y yo, una alondra melancólica, dudosa de mi
propio nido.
Un día, el arcoíris, que refleja tu
esencia,
fusionó colores con tu alma,
conciencia con la brisa, y viento con tu
espíritu,
creando así el universo del amor.
Ahora, juntos somos como una melodía
repleta de recuerdos,
dos almas entrelazadas en una sola nota
musical.
Al encender la luz,
persisten algunos de sus destellos en los
sueños,
impidiendo que el amor erosione su
romántica
historia.
Las noches se moldean con las plegarias del
deshielo
que han ido a escuchar la voz silenciada,
y en la incoherencia insolente, sabida
errante,
la nitidez de sus pasos siembra sus serenos
olivos mágicos
como senderos hacia lo infinito.
El ribete resistente de la conciencia
boreal arde,
mientras en el sol apenumbrado,
eternamente, seducen las miradas;
las lunas anacoretas ofrecen un refugio de
bondad.
El espacio de marfil mullido se convierte
en la suavidad de las sombras
y promete revelar sus verdades.
Abajo, en la garganta arcana y el reino de
colores,
los gestos coloreados son arrastrados
lentamente hacia mi manera de pensar.
Ivette Mendoza Fajardo