Saludo de un gran sábado
Luce tu estrella bajo el fervoroso ocaso de
tu vida,
en un sábado que esconde un saludo trémulo.
¡Ah, como si se abrieran los párpados al
mundo!
El saludo, fresco y veloz, recorre las
puertas mágicas perdidas,
entre corolas rojas de sollozos donde,
extenuado, absorbes
las penas de tus manos. ¿Era tu sonrisa de
cristal lo que buscaba?
La noche entonces se llena con el bullicio
de voces innumerables,
como un tumulto de luces que oscilan y
picotean las frondas silenciosas
de un valle somnoliento y lleno de rumores.
El saludo viaja por lunas en el viento un
sábado memorable,
cargado de enigmas y el perfume de niebla
fina
pulida por la brisa, en una marea
obsesionante donde
el tiempo se desliza con el dulzor de tus
caricias.
La esencia del vacío se convierte en el
imán que consume el fruto
de tu vanidad, infundiendo vida a los
solitarios delirios
de aguas angustiadas mezcladas en la espuma
del mar.
Un simple saludo avanza hasta desvanecerse
en el horizonte.
Escuchar los latidos del cielo de Dante
marca
el pecho de la historia bajo símbolos
dormidos;
un saludo perdido se convierte en el dilema
de un dramaturgo,
donde el tiempo ya no puede retornarlos.
Deja que exista donde pueda persistir...
Ivette Mendoza Fajardo
Ivette Urroz