Saturno y el Espejismo de la Felicidad
El ruido en el estómago es un aullido de la
propaganda,
gallo gallina,
que acompañaba al pie derecho a sonreír como
una vela sin timón,
hecha fe. La magra fiebre de cuchillo
ilustre avanza erecta en pañuelos
de párpados suntuosos, cual amortiguadores
de bombones
verificativos para un sabueso fiel.
Saco de desgracia, en licuadora ventajista
y chonetes de resinas familiares,
sus vértigos enchilados logran un jonrón
pulcro de animosidades
que los consagra desde un cielo encapotado
con ventajas hogareñas.
Sodoma del cristal, falazmente, marca el
teléfono de su martirio
universitario bajo la inquisición axilar de
los escaparates viscerales
de llaves asustadas, como el golpe del
hollejo refrangible, que
ataca sin piedad.
En los maizales seductores del corazón,
bajo acuerdos taxonómicos,
algo brillaba alrededor mío,
con circuitos silenciados, ponchados,
llenos de piadosas pantomimas
rojas, verdes, rojas, que promulgan sus
sombras en movimiento,
espiritual postizo.
Los restos de apetitos caníbales que dejó
la recreación
yacen en la palestra temblorosa de lo
ilusorio, con ovillos frígidos de añoranzas.
Yo degustaba la amarga corteza oronda de la
espera sin novedad alguna;
Saturno era mi renqueante dolor, robándome
la felicidad gimnasta donde
permanecí en entrañable montículo de
cenizas.
Ivette Mendoza Fajardo
