Érase esta vez el caldo de la
mentira,
la piedra filosofal primorosa
la beldad que respira por un ojo
sepulcral y costoso.
La
corbata azul en su viaje terrenal,
el ave con su pico de oro implorando
llevar sus alas con un palpitar
burlesco
hasta languidecer el día sin sexo.
Érase un adiós de alta tecnología
sin ciencia, un texto donde puso a
pecar su
paciencia y no vio venir el mal que
debilitaba su inocencia.
Yo te enseñé adorar un pensamiento
que sentía mucha tristura al pasar
la razón por una abertura que en
mi corazón se quiso formar como
un don de nadie, designado para
solo pecar.
Y hoy que estamos vivos el tiempo
pasa más rápido, ya que el tiempo
solo es de papel con números
cansados,
con olor a pecado, con alegría
ficticia
con el anhelo de recibir de mí, una
letal caricia.
Ivette Mendoza