Melancolía en desaliento de aire y carne viva,
que deja como un ancla atravesada
al corazón.
Vestuario gris apenas con la
esperanza negra,
con el placer de siete llaves, del
barco encantado.
Alba esencial del ritmo de una
veleta ponzoñosa.
¡Oh destino ciego y cataléptico del
párpado humedecido!
Yo del ámbito huía por velas y por ojos
hacia al más allá;
en el mismo día en que, al fin, deje
de llorar.
He de barajear un requiebro del mar
por un
candado de oro que ha venido de una
estrella polar.
Lanzamiento de baúles pesados por extraña
coincidencia
embarcan y desembarcan lo desterrado
y vacíos los vencían.
Agonía en el alma de agua salada con
el peso
de palabras y de alas, su fuente
original.
Ivette Mendoza