Saludo demiurgo dentro del receptáculo
como
la clausura escalofriante del mármol
adjetivado,
luna del desvarío y del sueño nunca
hablado,
un lenguaje herido pronunciado en la
piedra.
No te entiendo, nunca te entendí
lo del caballo desbocado en el estanque
lo del caballo desbocado en el estanque
ni lo del granizo de la vida,
o del corazón de la lluvia desdeñosa
y de todo lo que es agosto es de la
corneja del estaño claro,
y la almohada que besa el impecable
recuerdo
y el falo humeante de la insólita eternidad.
No te entiendo, nunca te entendí
tan pronto me acogieron los siglos
tan pronto me acogieron los siglos
y fue el temblor de la efímera visión
enjabonada
y fue el impulso que tuve con un pie,
y fue mi imagen
que se apaciguaba entre risas, en la espuma.
que se apaciguaba entre risas, en la espuma.
Y hoy es el mismo fin con distintos sueños
junto a aquellas pasiones más devoradoras.
junto a aquellas pasiones más devoradoras.
Ivette Mendoza