Cae la noche al centro mismo imaginado
En el nombre grave de la piedra y su
lógica
Fallecía premiosa por la boca negra
del silencio
Y en su delirio eternizó tres puntos
suspensivos
Trémula sangra, en buques manchados
de caprichos
Sobre la bahía que hace andar la
mecánica del fuego
Mástil se salva en las cifras del
último recodo como
Tu garganta andaluz, donde nada
jamás se reflejó
Encontró refugio en cruz cuando se
apagó la última luz
Donde golpeaba la tormenta bajo tu
torva mirada acicalada
Cada mañana cada hora reflejaba el
mundo en arcoíris
No sé si llegará, pero si llega no
supiste expresar
Donde cuelgan las razones de repasar
mis años pasados
En un bolsillo lleno, en una
tempestad, en una marraqueta
Mordiendo yo a montones y escalando
las rizadas nubes
Que habían tocado a mi puerta y tras
de ella la leña perfumada
De su danza macabra hablando de la
muerte y de la soledad inevitable
Ante el soplo audaz que surge tallando un cuerpo incierto
Si a veces quedo incierta es porque
la noche no ha cesado
Ivette Mendoza