En el ladrido del impresionismo de plata
En el ladrido del impresionismo de plata
que destrabó en la inquina del cielo hereje
de mi palpebral vértice, entre mis uñas,
percutieron la estampa con pistilo y hebras
de luna. De lejano parabién mecía inquieta
el alma a guarnecer homeopáticos sueños
azotados por la largueada huida del vacío.
Al latinizar la luz repercutiendo
intrusiva,
intuición en embrollos hechos de cristal
posibilidades de ladeadas tormentas
trasferían.
Yo lagrimeaba entre paneles de
interdigitales
obsesiones, honras, motivaciones
mercantiles,
volteaban, agarraban ignotas ucronías
en el testarudo juego de teatralizar
tectónico.
Entre los pliegues de la sinfonía cósmica,
¡Cómo resplandece el cefalosdentado del
éter!
labrando un madero de éxtasis en el
universo.
¡Las tinieblas danzan al compás de las
galaxias!
mientras sus dígitos resuenan con ecos de
Prometeo.
Cuando relampagueé en tu alma y espíritu, Perseo
enmudeció mi conciencia sabihonda:
todo permaneció más o menos lento y leve
al saborear la onceava enmienda desangrada
que rechinando en tus recochineos verdes
porfiando entre placeres portavoces,
cataclismos,
truenos tentativos y mareas teocráticas.
In
the bark of silver impressionism
In the bark of
silver impressionism
that unlocked despite the heretic sky
from my eyelid's vertex, between my nails,
they struck the image with pistil and moon
strands.
From afar, uneasy well-wishing rocked
the soul to shelter homeopathic dreams
lashed by the prolonged escape of the void.
Latinizing the light, resonating intrusively,
intuition in tangles made of crystal
transferred possibilities of slanted storms.
I wept among panels of interdigital
obsessions, honors, mercantile motivations,
they turned, seized unknown uchronias
in the stubborn game of dramatizing tectonic.
Among the folds of the cosmic symphony,
how the cephalosdentate of the ether shines!
carving a timber of ecstasy in the universe.
The darkness dances to the rhythm of the
galaxies!
while its digits resonate with echoes of
Prometheus.
When I thundered in your soul and spirit,
Perseus
silenced my know-it-all conscience:
everything remained more or less slow and
slight
savoring the bled eleventh amendment
that squeaked in your green mockeries
struggling among spokesperson pleasures,
cataclysms,
tentative thunders, and theocratic tides.
Ivette Mendoza Fajardo