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sábado, 27 de abril de 2024

En los hemorrágicos deseos del ayer

 

En los hemorrágicos deseos del ayer, del
Infinito hoy y del inexistente mañana,
¿no son acaso las sábanas astrales el lienzo
donde se dibujan nuestras almas errantes?
Como una figura indomable en metafísica
melancólica. Penumbra inquisitiva dentro
de sueños lúcidos, en los espejos del
límbico atardecer, ganas una lágrima
enaltecida y desdoblada en pasión.
¡Merece crecer dentro de la muerte,
esa paradoja donde florecen los renacimientos!
Un canto angelical y fatigado, es la tormenta
que relampaguea el alba en el punto más
retórico y demencial, bajo sus auras
de índigo colores, rompe sus oscuras cadenas
hasta dar un salto cuántico inmerso en la eternidad.
Oh, luz sin ataduras, cáscara de la alborada,
llegas en cuerpo núbil y sutil, llegas por la
ilusión causativa y desmemoriada del espacio
y tiempo, mil años luz para esta pobre existencia.
¿Quién, sino Orfeo, podría corregir el ego del crepúsculo,
a la hora inexacta, truenos de pensamientos cual gárgolas
burlescas y azotadoras, cerré los ojos en tu presencia,
pero tu opacidad me estremeció el centro de mi
simiente y tempestades galopaban en la
rosa luminosa, en los vergeles purísimos
de los cielos?
 
In the hemorrhagic desires of yesterday
 
In the hemorrhagic desires of yesterday, of
the infinite today and the nonexistent tomorrow,
are not the astral sheets the canvas
where our wandering souls are drawn?
Like an indomitable figure in melancholic
metaphysics. Inquisitive twilight within
lucid dreams, in the mirrors of
the limbic dusk, you win a tear
exalted and unfolded in passion.
Deserving to grow within death,
that paradox where rebirths flourish!
An angelic and weary chant, it is the storm
that lightnings the dawn at the most
rhetorical and insane point, beneath its
indigo-colored auras, it breaks its dark chains
to make a quantum leap immersed in eternity.
Oh, unbound light, shell of the dawn,
you arrive in a nubile and subtle body, you come by the
causative and forgetful illusion of space
and time, a thousand light-years for this poor existence.
Who, if not Orpheus, could correct the ego of the twilight,
at the inexact hour, thunders of thoughts like
mocking and scourging gargoyles,
I closed my eyes in your presence,
but your opacity shook the center of my seed,
and tempests galloped in the
luminous rose, in the purest orchards
of the heavens?
Ivette Mendoza Fajardo